martes, 10 de septiembre de 2019

"Carnival row", una ambiciosa serie, con una magnífica ambientación que necesitará más capítulos para desarrollar su enorme potencial


Hace algo poco más de una semana que acabé de ver, casi de un tirón, uno de los estrenos de campanillas de esta temporada del gigante Amazon. He de reconocer que el visionado de esta serie me ha provocado sentimientos contradictorios. Nos encontramos con una serie que se concibió para ser una película hace ya algunos años y en la que inicialmente estuvo embarcado Guillermo del Toro. Esta serie es obra de René Echevarría,  creador de «Los 4400», que ejerce de showrunner y de Travis Beacham, artífice de  «Pacific Rim». Beacham decidió en 2005 vender los derechos a New Line de un guión para una película que  entonces se llamaba «A Killing Carnival Row». 

Algunos críticos empeñados en rellenar huecos han dicho que esta serie es la sucesora de "Juego de Tronos" pero al margen de que las dos pertenezcan al género fantástico en poco más coinciden, siendo la que nos ocupa absolutamente original en su planteamiento, lo cual no quiere decir que esté libre de influencias, pues las tiene y muchas. La serie de Amazon en lo fantástico está inspirada, de forma muy libre, en la mitología griega y en la mitología céltica (veremos faunos,  centauros,  hadas o "faes", etc), pero con una ambientación neovictoriana, dentro del género steampunk. 

Recordemos que  el steampunk es un subgénero literario, nacido dentro de la ciencia ficción, que se desenvuelve en unos escenarios ambientados en la Revolución Industrial,  donde la tecnología a vapor y la combustión del carbón es la predominante, localizada en la Inglaterra de la época victoriana y que es deudora, en buena medida, de los trabajos de autores como Julio Verne o H.G Wells. Además, como es constatable,  esta serie  es igualmente deudora de las novelas de aventuras y de ciencia romántica como las de Conan Doyle o Mary Shelley. Todas estas referencias y muchas más como "El Golem" de Meyrink o alguna de las criaturas primigenias de H.P. Lovecraft podemos encontrar en la serie de esta "review". A la fantasía se une, además, el thriller policiaco y las intrigas políticas,  con unas gotas de drama victoriano al estilo  del  "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen. 

En lo audiovisual, el hiperrealismo dickensiniano de la serie nos remite a "Taboo", los misteriosos y salvajes crímenes   a los  misteriosos  asesinatos  de Jack el Destripador que veíamos en los primeros capítulos de "Penny Dreadful", el barrio donde se hacinan  los seres fantásticos, el Row,  nos recuerda al barrio chino de San Francisco de la reciente serie "Warrior". Demasiadas influencias que no siempre casan bien aunque el regusto de este cóctel es desde luego original e invita a degustar algo más, pues todavía la serie no se ha decantado por un estilo o camino definido.  La serie intenta abarcar demasiado y no siempre con acierto. Además, está muy claro el paralelismo de la situación por la que atraviesan las criaturas fantásticas en el Burgo con el drama actual de los refugiados que vivimos. Como los refugiados de ahora aquellos, hadas, faunos, brujas y otras criaturas  huyen de la guerra, y  de sus tierras, asoladas y ocupadas  por el Pacto. En el Burgo no les asesinan pero son ciudadanos de segunda o de tercera, condenados a realizar los peores trabajos y a cada momento víctimas del racismo y el maltrato  de los humanos.

La historia gira alrededor fundamentalmente de los personajes de Vignette Stonemoss (Cara Delevingne, de "Valerian y la ciudad de los mil planetas") y Rycroft Philostrate (Orlando Bloom, el Legolas de "El Señor de los Anillos") que se conocieron y enamoraron siete años atrás, en tiempos de la guerra contra el Pacto, pero que Vignette dió por muerto o así se lo hicieron creer. Ella acaba de llegar al Burgo, después de años  sacando clandestinamente a los Faes (su pueblo) de su país. Philo es hoy un oficial de policía. El reencuentro de ambos será muy tenso, nada romántico. 

La trama policíaca de la serie comienza con  unas misteriosas y horrendas muertes, -los cadáveres aparecen literalmente destrozados-,  de una antigua hada cantante, -escuchamos en repetidas ocasiones su bellísimo canto que forma parte indisoluble de la BSO de la serie-, de un director del orfanato donde pasó su infancia Philostrate y de un médico, amigo del anterior. Todos parecen tener algún tipo de relación con el protagonista, pero no seré yo el que destripe en esta ocasión la historia. Vignette trabajará primero en el servicio doméstico de unos aristócratas hermanos y luego para una organización criminal, los "Cuervos Negros" que se dedican al contrabando, el narcotráfico y las apuestas. En este minucioso y bien detallado mundo alternativo, el Mártir, -aparece en casas y otros lugares representado como un hombre colgado-,  es el profeta venerado de este mundo como en el nuestro lo es Jesucristo crucificado- Esta es la religión más extendida entre los habitantes del Burgo pero donde tienen cabida también la magia y la brujería.

La serie gana puntos cuando no se dispersa y se concentra en alguno de sus hilos argumentales, como por ejemplo el capítulo en el que se narra como se conocieron los protagonistas y vuelve a subir peldaños en su tramo final. Podemos calificar de correcta la interpretación de Vignette y de algo más fría y distante la de Philostrate. En la serie los secundarios se comen por goleada a los protagonistas. Buenas actuaciones de Jared Harris (Chernobyl) como el gran canciller del Burgo, de  Indira Varma (a la que vimos en Juego de Tronos, como Ellaria Arena de Dorne),  su intrigante esposa Piety Breakspear, de Karla Crome como la hada prostituta Tourmaline, uno de los personajes más entrañables,  gran amiga de la protagonista, sin olvidarnos de Tamzin Merchant (Imogen) y el que hace de su hermano, Andrew Gower, Ezra, (el que fuera el príncipe Carlos Eduardo Estuardo en Outlander) un par de hermanos aristócratas venidos a menos (interesante la evolución de Imogen ante la llegada al barrio de un fauno rico, saltándose todas las normas y convencionalismos), Simon McBurney como Runyan Millworthy (un dramaturgo callejero que  trabaja con unas curiosas criaturas, -me recordaban a los gremlins- llamadas kobolds) y otros muchos.

La serie crea un universo que apenas queda explorado en esta primera temporada. La historia podía haberse contado mejor. Seguramente ocho episodios son muy pocos para poder abarcar todo lo que se debería desarrollar. La serie merece la pena. Trae un poco de aire fresco a este repetitivo y anodino mundo de la series. Es espectacular en la ambientación, escenarios, vestuarios y diseño de producción, con una potente imaginería visual,  no en vano ha contado con un generoso presupuesto,  más de 75 millones de dolares. Se ha rodado en la República Checa, tanto en Praga como en otros puntos de su territorio. Hay un enorme potencial en esta serie, en el dibujo de sus razas y habitantes, en el conflicto racista, en las intrigas políticas, en el desarrollo de las relaciones entre los amantes protagonistas, en el peso de la religión y de la magia y brujería, en la corrupción del sistema, etc. La serie es, bella, extraña,  poética, misteriosa y oscura, una fantasía adulta  al que no le hace ascos ni las escenas de sexo ni las de violencia, como en "Juego de Tronos", un verdadero plato gourmet para los que gustamos de las buenas series de fantasía.

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