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lunes, 9 de febrero de 2015

"Babadook", el terror está dentro de nosotros mismos

Título original: The Babadook. Dirección y guion: Jennifer Kent. País: Australia. Año: 2014. Duración: 94 min. Género: Terror. Interpretes: Essie Davis (Amelia), Noah Wiseman (Samuel), Daniel Henshall (Robbie), Hayley McElhinney (Claire). Producción: Kristina Ceyton y Kristian Moliere. Música:Jed Kurzel. Fotografía: Radoslaw Ladczuk. Montaje: Simon Njoo. Diseño de producción: Alex Holmes. Vestuario: Heather Wallace.Distribuidora: eOne Films Spain. Estreno en España: 16 Enero 2015.

"Si está en una palabra o en una mirada contra el Babadook no puedes hacer nada, un fuerte estruendo, luego tres llamadas, baba badook, dok, dok, estonces sabrás que cerca estas y si mirás le veras". Un libro infantil espolea la imaginación de un niño, Samuel, que vive con su madre. Vive aterrorizado por la acechanza de ese imaginario monstruo infantil. Han pasado seis años desde la muerte violenta de su padre y Samuel no lo ha superado. Tampoco su madre, Amelia, que intenta educar a Samuel, un niño difícil, con un comportamiento impredecible rayano en el histerismo y con ataques violentos. Cuida a su hijo al tiempo que trabaja como auxiliar en una residencia de ancianos. Pero el sueño de la razón engendra monstruos y lo que parece un simple desvarío de Samuel, un monstruo imaginario,  se convierte poco a poco en algo más tangible y oscuro que amenaza con destruir física y mentalmente a madre e hijo. 

Asistimos  a un deterioro mental de la madre que camina en dirección inversa a la evolución mental del niño. La locura de Amelia me recordó a la espiral de autodestrucción de Jack Torrance en "El resplandor". Y como en aquella película clásica, el protagonista de la peli es también  un niño, si bien éste mucho más inquietante que aquel. Babadook es una de esas películas que empiezas viendo y de la que no esperas gran cosa. La verdad empecé a verla y me pusieron tan nervioso el histérico chiquillo y su extraña madre que le dejé para otro momento. La retomé este fin de semana y me ha parecido un pequeño gran descubrimiento. Ganadora del último festival de Sitges, la cinta australiana, opera prima de Jennifer Kent que también firma el guión es una estupenda, oscura y desasosegante fábula sobre el miedo, y es que el peor miedo es el que nace de nosotros mismos, de nuestros más oscuros e intimos fantasmas personales.

Nos encontramos con dos seres solos (ni su hermana quiere saber nada de ellos), que no encajan en ningún sitio, que viven en un sórdido entorno (la casa parece estar llena de cucarachas aunque también pudiera ser la visión de una mente trastornada)  y  que malamente están asimilando una tragedia del pasado. En la cinta se mezclan muchos miedos, el miedo ancestral a las criaturas oscuras de los cuentos infantiles y la mitología popular: el "babadook", el coco, el monstruo bajo la cama y tantas otras figuras que representan en mayor o menor medida nuestros terrores infantiles, el miedo a la oscuridad y a las terribles criaturas que acechan en el fondo de ella, pero además el miedo a la soledad,  a quedarse  solo y no ser protegido, a no ser querido, el miedo a volverse loco, a perder la razón, hasta el punto de que sin quererlo, el monstruo se metamorfosea, se nos cuela, nos invade, nos ocupa, habita dentro de nosotros y nos podemos convertir en ese monstruo que tememos y odiamos y que puede dañar lo que más amamos, en este caso, a nuestro propio hijo. 

El terror de la película se convierte entonces en un angustioso thriller psicológico colocando a nuestros dos personajes, extraordinario "tour de force" de madre e hijo, inolvidables Essie Davis y Noah Wiseman, literalmente al borde del abismo. La película no abusa de los sustos, más bien todo lo contrario, se basa en la tensión que genera la progresiva desintegración psicológica de Amelia ante un desvalido Samuel. Al final, tenemos otro símbolo más, si somos tan fuertes como para poder luchar con ellos lograremos expulsar nuestros fantasmas, nuestros monstruos familiares de nuestra mente pero los esconderemos en el armario, o como en este caso, en el sótano, manteniéndolos a raya y alimentándolos de vez en cuando. Al final no sabemos si lo que han visto o vivido madre e hijo es verdad o es producto de su febril  imaginación.

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