Esta semana asistimos al final de una de las mejores series de género de estos últimos años. Fue un final inesperado. El secreto mejor guardado. No hubo anuncios previos. Solo una filtración a última hora comunicando el final de la serie. No ha sido por los ratings de audiencia. Showtime quería contar con esta serie de calidad contrastada. Al parecer ha sido una decisión creativa de su creador John Logan, que ha considerado que había llegado el momento de poner fin a la eterna lucha de su protagonista absoluta, Vanessa Ives, quien se ha venido debatiendo, a lo largo de estos tres últimos años, entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad. La serie, que pasará a la historia de las ficciones televisivas, por constituir una de las mejores recreaciones de los mitos románticos se queda así en una especie de relato fílmico en tres actos, tres temporadas, 27 capítulos, en los que se percibe ahora, tras su finalización, una mayor unidad y coherencia que la que podía observarse a primera vista.
La serie comienza con el acoso de Dracula al entorno de Vanessa, a través de la hija de Sir Malcom Murray, Mina, prosigue con el acoso del Maligno, -en una segunda temporada casi perfecta-, donde asistimos a la magnética atracción entre Ethan Chandler, Lupus Dei (El lobo de Dios) y la ansiada novia del Diablo, Vanessa, para finalizar con una Vanessa sola, abandonada por sus amigos que cae finalmente en las garras de Dracula, provocando un apocalíptico fin de los Días, con un inolvidable Londres sumido en una niebla pestilente, tras la que se ocultan los hijos, las criaturas de la noche, una horda de famélicos seres vampirizados así como ejércitos de ratas, que invaden las calles. El final parece inevitable. Una Vanessa caída, vampirizada, pero consciente de su humanidad, de su alma mortal y luminosa pide, en un arrebatador y emotivo final, extremadamente romántico, a Ethan que la mate y la libere de esa cruel agonía en la que se debate, y que lo haga con amor, con un beso, acabando los dos entonando un sentido padrenuestro que culmina en una postrera visión de Dios. Un final exageradamente romántico, quizás hasta la extenuación, pero tan exageradamente romántico como lo fueron tantos y tantos relatos y novelas góticas y románticas de finales del XVIII y del siglo XIX en los que se basa. Que mejor homenaje pues a esas inolvidables páginas de la literatura universal.
La serie comienza con el acoso de Dracula al entorno de Vanessa, a través de la hija de Sir Malcom Murray, Mina, prosigue con el acoso del Maligno, -en una segunda temporada casi perfecta-, donde asistimos a la magnética atracción entre Ethan Chandler, Lupus Dei (El lobo de Dios) y la ansiada novia del Diablo, Vanessa, para finalizar con una Vanessa sola, abandonada por sus amigos que cae finalmente en las garras de Dracula, provocando un apocalíptico fin de los Días, con un inolvidable Londres sumido en una niebla pestilente, tras la que se ocultan los hijos, las criaturas de la noche, una horda de famélicos seres vampirizados así como ejércitos de ratas, que invaden las calles. El final parece inevitable. Una Vanessa caída, vampirizada, pero consciente de su humanidad, de su alma mortal y luminosa pide, en un arrebatador y emotivo final, extremadamente romántico, a Ethan que la mate y la libere de esa cruel agonía en la que se debate, y que lo haga con amor, con un beso, acabando los dos entonando un sentido padrenuestro que culmina en una postrera visión de Dios. Un final exageradamente romántico, quizás hasta la extenuación, pero tan exageradamente romántico como lo fueron tantos y tantos relatos y novelas góticas y románticas de finales del XVIII y del siglo XIX en los que se basa. Que mejor homenaje pues a esas inolvidables páginas de la literatura universal.
¿La serie podía haber dado más de sí? Probablemente, si. El material del que se nutría era prácticamente inagotable: Dracula, Frankenstein, el Doctor Jekyll, El Hombre Lobo, Jack el destripador, Dorian Gray, Sir Malcom era una especie de trasunto de Allan Quatermain, la Justine de Sade, etc, pero el elemento central sobre el que pivotaba la trama era sin lugar a dudas la atormentada Vanessa Ives, uno de los pocos personajes propios, no literarios, de la serie, interpretada por una excelsa Eva Green, y sin cuya presencia, Penny Dreadful no tendría mucho sentido. Eva nos ha ofrecido escenas magníficas, inolvidables con un registro interpretativo muy amplio, hasta el punto de que la serie ganaba enteros cuando aparecía en pantalla, -nos costará olvidar su papel de Vanessa que merecería un premio-, y bajaba el nivel cuando ella no estaba presente.
Echaremos en falta ese mundo de monstruos, donde la ternura y la sensibilidad se ocultaban tras la terrible apariencia de la criatura de Shelley, -hemos visto más amor y humanidad en la criatura de Frankenstein que en la mayoría de los personajes de la serie-. No olvidaremos la continua lucha interna, -por su ambivalente naturaleza-, en la que se han movido a lo largo de la serie sus dos principales protagonistas: Ethan y Vanessa. Conoceremos en esta temporada como Ethan se convirtió en hombre lobo, su difícil relación con su padre, creo que fue un acierto la introducción del personaje del indio Kaetenay, una especie de padre adoptivo, correcto sin embargo, tan solo, el personaje de Dracula, esta temporada, interpretado por Christian Camargo. Profundizaremos en los abismos morales de personajes como el depravado Dorian Gray y la atractiva Lily (estupenda Billie Piper). Contemplaremos el sufrimiento del doctor Frankenstein, enamorado sin remedio de su resucitada criatura femenina: Lily, la prostituta Brona que viéramos en la primera temporada. En fin, en mi opinión, la serie podía haber seguido alguna temporada más: material literario en la que basarse no le faltaba, talento interpretativo de sus protagonistas (y especialmente de una Eva Green en estado de gracia) tampoco, y la eterna lucha entre la luz y la oscuridad podía haberse alargado un poco más. Vamos que los seres de espíritu romántico, como el que les escribe, la echaremos muchísimo de menos.
Echaremos en falta ese mundo de monstruos, donde la ternura y la sensibilidad se ocultaban tras la terrible apariencia de la criatura de Shelley, -hemos visto más amor y humanidad en la criatura de Frankenstein que en la mayoría de los personajes de la serie-. No olvidaremos la continua lucha interna, -por su ambivalente naturaleza-, en la que se han movido a lo largo de la serie sus dos principales protagonistas: Ethan y Vanessa. Conoceremos en esta temporada como Ethan se convirtió en hombre lobo, su difícil relación con su padre, creo que fue un acierto la introducción del personaje del indio Kaetenay, una especie de padre adoptivo, correcto sin embargo, tan solo, el personaje de Dracula, esta temporada, interpretado por Christian Camargo. Profundizaremos en los abismos morales de personajes como el depravado Dorian Gray y la atractiva Lily (estupenda Billie Piper). Contemplaremos el sufrimiento del doctor Frankenstein, enamorado sin remedio de su resucitada criatura femenina: Lily, la prostituta Brona que viéramos en la primera temporada. En fin, en mi opinión, la serie podía haber seguido alguna temporada más: material literario en la que basarse no le faltaba, talento interpretativo de sus protagonistas (y especialmente de una Eva Green en estado de gracia) tampoco, y la eterna lucha entre la luz y la oscuridad podía haberse alargado un poco más. Vamos que los seres de espíritu romántico, como el que les escribe, la echaremos muchísimo de menos.