Hace un par de semanas que terminé de ver, en plan maratón, esta serie de Netflix que venía precedida de una gran expectación, probablemente por tener en la producción, -dirige también algunos episodios-, a un profesional tan solvente como David Fincher o a una estrella del nivel de Charlize Tzeron. Pero no fue la presencia de estos nombres en el equipo de producción el motivo por el que me animé a visionar esta serie, por otra parte tan alejada de mis preferencias de género. Fue la presencia de Ann Torv, mi añorada Olivia Dunham de la serie Fringe, la que me decidió a introducirme en este drama con tintes de thriller policiaco nada fácil o cómodo de ver. La serie está basada en la historia real del agente del FBI John Douglas que escribió, junto a Mark Olshaker, basándose en sus experiencias, el libro "Mindhunter: Inside FBI´s Elite Serial Crime Unit". El agente Douglas entrevistó, junto a Robert Ressler, a finales de los años 70 a más de una treintena de asesinos en serie, entrevistas que sirvieron para desarrollar perfiles psicológicos de los criminales, con el fin de conocer como funcionaban sus perturbadas psiques y poder adelantarse, de este modo, en la captura de otros criminales similares, cuya carrera criminal estaba en curso.
La serie está protagonizada por Jonathan Groff como el agente Holden Ford, trasunto del verdadero agente Douglas, y por Holt McCallany como Bill Tench inspirado en el agente Robert Ressler, a los que se suma la doctora Wendy Carr, profesora de psicología en el Boston College, que colaboraba con el FBI y luego lo hará con la naciente Unidad de Ciencias del Comportamiento y que es interpretada por Ann Torv inspirada en el personaje real de la doctora Ann Wolber Burgess. Todos ellos estaban vinculados de una u otra forma al FBI, bien como asesores o como profesores en la Academia de la Agencia Federal en Quantico (Virginia). En el inicio de la serie asistimos a la creación de la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI que cambiará, como he apuntado la forma de encarar este terrible fenómeno de los serial-killers o asesinos en serie, por cierto terminología acuñada por estos pioneros de la investigación criminal moderna. Al principio, los inicios no fueron fáciles y los agentes tuvieron que vencer las resistencias de sus jefes acostumbrados, seguramente, a otros métodos y maneras de enfrentarse a estos crímenes.
La serie es ciertamente atípica. Para empezar no hay persecuciones policiales ni tiroteos. Se basa sobre todo en conversaciones en la cárcel con asesinos en serie o con sospechosos de serlo, fuera de ella. No vemos asesinatos macabros, ni falta que hace, pero la descripción minuciosa de los crímenes por parte de los reos pone los pelos de punta. En la mayoría de los casos el asesino tiene una condena en firme casi a perpetuidad. El objetivo de los policías que les entrevistan es el saber porque asesinaron a sus víctimas, conocer cual fue el motivo del crimen. No es una serie para todos los gustos. Empieza con cierta lentitud y aunque su calidad está fuera de toda duda, es una serie cocida a fuego lento, donde el "tempo" de otras series aquí carece, por completo de sentido. El valor de la serie no está en la acción, ausente casi por completo, sino que se basa en sus diálogos, en el análisis de la psicología humana, y en el desarrollo o evolución de los personajes protagonistas.
Si, en efecto, resulta interesante observar la evolución psicológica de los dos agentes, un Ford ingenuo que llega a bordear cuando no caer en un comportamiento moralmente censurable o discutible al intentar acercarse demasiado a sus entrevistados, haciéndoles creer que es su amigo o incitándoles a hablar, poniéndose a su altura, utilizando su propio lenguaje o incluso generando cierta complicidad con ellos (hay una cierta atracción hacia ese "descensus ad inferos"), y un Tench cansado, seguramente asqueado de su trabajo diario, -hay que tener estomago para lidiar cada día con él-, presionado por sus propias circunstancias familiares, -su hijo padece algún tipo de autismo, lo que le hace dudar de que esté haciendo un buen papel como padre-, que se ve superado por las tácticas y técnicas su compañero en el día a día. Y es que el descenso a los infiernos, el enfrentarse cara a cara y día a día con el mal no sale gratis, siempre pasa factura.
Junto a estos dos personajes muy bien interpretados por Groff y McCallany, encontramos el personaje de Wendy Carr una brillante psicóloga, intelectualmente muy superior a sus compañeros masculinos, de los que es jefa, pero que oculta su identidad sexual, -es lesbiana- y padece una terrible soledad, -inolvidables las imagenes de Ann Torv bajando al sótano de los apartamentos donde vive, a alimentar a un huidizo gatito-. En esta serie los personajes más fuertes están interpretados por mujeres. Uno de ellos es la doctora Carr y el otro es la novia del agente Ford, Debbie Mitford, muy bien interpretado por Hannah Gross, que en el plano personal o de pareja se "merienda" literalmente a su partenaire masculino. Ella es mucho más progresista y avanzada que Ford, hasta el punto de generar en el agente dudas sobre muchas cosas, incluso sobre sus capacidades sexuales.
La serie es dura de contemplar, no tanto por lo que se ve, -afortunadamente pasa visualmente de puntillas sobre los aspectos macabros-, sino por lo que escuchamos, la incomprensible justificación de unos crímenes horrendos por parte de unas personas, -por llamarlos de alguna manera-, carentes de la más mínima empatía por sus semejantes, que sienten placer al torturar o asesinar a alguien, casi siempre mujeres, que se sienten con el poder de quitar la vida y que, en ocasiones, en su enfebrecida prepotencia se permiten jugar al juego del gato y el ratón con la policía.
De todos los asesinos que vemos en pantalla merece destacarse la imponente presencia de Ed Kemper, conocido como "el asesino de las colegialas", interpretado de forma memorable por el actor Cameron Britton. Y es que da autentico miedo su sola presencia. Otros asesinos en serie que salen en pantalla son Jerry Brudos, Monte Risell, Gene Devier o Richard Speck. Dennis Rader es el único asesino al que no vemos en prisión sino en libertad preparando, en apariciones episódicas, sus deleznables crímenes. Estos asesino son monstruos cuyas circunstancias personales se suelen repetir de forma invariable. Individuos con graves problemas con las mujeres, hijos de madres castradoras, crueles o sobreprotectoras, que vuelcan su violencia y odio misógino en el genero femenino.
En otro orden de cosas, resulta destacable la banda sonora de la serie, desde la inolvidable intro pasando por todas las piezas musicales setenteras que se escuchan a lo largo de los diferentes capítulos. Sobran, eso sí, en pantalla, esos horrendos títulos de las diferentes localizaciones por las que se pasean los protagonistas. La serie que en su primera temporada tiene 10 episodios, de entre 34 y 60 minutos, se ha convertido en una de las series con mejores críticas del año y fue renovada para una segunda temporada, antes de su estreno el día 13 de octubre.
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