Película: Tomorrowland: El mundo del mañana. Dirección: Brad Bird.País: USA. Año: 2015. Género: Ciencia-ficción. Reparto: George Clooney (Frank Walker), Hugh Laurie (David Nix), Britt Robertson (Casey Newton), Raffey Cassidy (Athena). Guion: Damon Lindelof y Brad Bird.Estreno en España: 29 Mayo 2015.
Acabo de ver esta película estrenada en nuestro país hace casi un año. Había intentado empezarla varias veces y no sé el porqué pero no había conseguido pasar de la primera media hora. Y eso que la película prometía: contaba con grandes estrellas (George Cloney, Hugh Laurie, etc), una espectacular producción muy atractiva visualmente pero ahora, -que la he visto entera-, ya sé el porqué de mi resistencia a su visionado. Y es que la película promete mucho más de lo que finalmente ofrece. Promete una especie de viaje a un mundo futurista, plagado de aventuras, pero se queda en un remedo de parque temático muy del estilo de la casa (Disney) donde se intentan hilvanar dos medio historias de dos personajes, la verdad, con muy poca química entre ellos: un niño, Frank, que sufre un proceso de desilusión vital cuando se hace adulto, protagonizado de mayor, (y es así durante la mayor parte de la película), por George Cloney y una adolescente, Casey, obsesionada con la carrera espacial. Ambos personajes compartieron, en algún momento de su existencia, el deseo de superar los estrechos y aburridos limites de sus vidas: el uno era un prodigioso niño inventor, la otra, como he dicho, una voluntariosa aspirante a astronauta. La película es un canto a la imaginación y a la superación individual, hasta el punto de que convierten a los dos personajes protagonistas de la película en los salvadores de nuestro mundo.
Tomorrowland parece, como he dicho, más un curioso parque temático de Disney que una posible utopía futurista con algún tipo de mensaje o enseñanza. El mundo fantástico de Tomorrowland es más una pueril excusa argumental que un fin que se sostenga por si mismo. A mi por momentos se me antojaba como un singular "país de nunca jamas" muy del estilo Disney, colorista, estéticamente atractivo pero vacio por dentro. Los protagonistas deberán huir a lo largo de la película de oscuros y malévolos robots o audioanimatronics que les persiguen y se verán transportados a Tomorrowland. Tomorrowland es una especie de lugar indefinido, en el tiempo y en el espacio, pero que tiene mucho que ver con nuestros sueños, nuestras ilusiones y porque no, nuestros miedos y nuestras pesadillas. De hecho, desde allá, desde Tomorrowland proyectan un futuro catastrófico para la humanidad que parece devenir en una especie de profecía autocumplida. A la película no le falta acción, que la tiene, sino que le falta profundidad y fuerza, convirtiéndose en una blanca aventura familiar para todos los públicos, con un flojo final, que se olvida tan rápido como terminan los títulos de crédito.
El diseño de producción del mundo de Tomorrowland es luminoso, colosal, colorista, pero el guión de Lindelof es confuso, deslavazado, torpe hasta el punto de hacer naufragar el conjunto. La película se queda a camino de ningún sitio, demasiado profunda para un público infantil, demasiado llena de lugares comunes: "los soñadores salvarán el mundo", para un público adulto descreído como el de nuestros días. Además de las estrellas citadas, un flojo Ceorge Cloney y un desaprovechado Hugh Laurie, destacan los nombres de su director Brad Bird (Los increíbles, Ratatouille, Misión Imposible, El gigante de hierro) o de Damon Lindelof (Perdidos). Entre lo más salvable de la película se encuentran, para mi, las actuaciones de la jovencísima Raffrey Cassidy (la pequeña androide Athena), sin ser nada del otro mundo, y en menor medida de Britt Robertson (Cassey). La película es cara, costó más de 200 millones de dolares, y se utilizaron, en ella, escenarios reales como el de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia o la plataforma de la NASA en Cabo Cañaveral ,además del Disneyland de Anaheim (California).