Título original: Perfect sense. Año: 2011. Duración: 88 min. País: Reino Unido. Director: David Mackenzie. Guión: Kim Fupz Aakeson. Música. Max Richter. Fotografía: Giles Nuttgens. Reparto: Ewan McGregor, Eva Green, Connie Nielsen, Ewen Bremner, Stephen Dillane, Denis Lawson, Anamaria Marinca. Productora: Coproducción GB-Alemania-Dinamarca; BBC Films / Zentropa Entertainments / Scottish Screen / The Danish Film Institute
En mi empeño por ver toda la filmografía de mi idolatrada Eva Green, me encuentro con esta extraña producción británica que, por más que he buscado, no he descubierto se haya proyectado en las salas españolas, aunque afortunadamente la podéis encontrar en DVD. Tiene un trasfondo apocalíptico: un extraño virus priva a la humanidad de todos y cada uno de sus sentidos, uno a uno, empezando por los menos importantes para acabar con el más importante, la vista, pero la cinta lejos de ser la típica "peli" apocalíptica al uso es un cine intimista (de arte y ensayo), que se centra en el drama romántico de dos personas aparentemente diferentes, una epidemióloga (interpretada, como siempre, por una excelsa Eva Green) y un chef (Ewan McGregor) que sortean, en medio de un ambiente fatalista, esta catástrofe, cual náufragos en una tormenta, hasta su climax final.
La película me impactó, me conmovió y he de de reconocer que es de esas películas que, tras su visionado, me hizo pensar sobre la fragilidad de la vida, lo afortunados que somos, lo poco que a veces valoramos nuestra existencia y nuestros sentidos y esos mil y un momentos a los que a menudo no damos demasiado importancia y que solo cuando, como vemos en esta película, podemos sentir su perdida, podemos comprobar que importantes son: esa caricia maternal o de amante, ese olor y/o ese sabor que nos recuerdan los momentos felices de nuestra infancia, ese paisaje a menudo cotidiano y cercano, redescubierto un día de otoño, con su infinita paleta de colores.
En la cinta se nos cuenta como, de repente, y por causas que se desconocen, la gente empieza a perder el sentido del olfato. Hasta le ponen un nombre a la enfermedad: Síndrome Olfativo Severo. La enfermedad va precedida de un síntoma psicológico diferente: la perdida del olfato está precedida de un súbito ataque de tristeza, depresión o melancolía, por un amor perdido y olvidado, cuyo recuerdo surge de repente, o por la ausencia de un ser querido, cuya falta creías superada y cuya ausencia sientes, de repente, con toda la fuerza. Tras dicho ataque el sentido del olfato desaparece. Sin embargo la gente es capaz de adaptarse a su ausencia. Las comidas se hacen más condimentadas para suplir su carencia. Pronto llegará la perdida del gusto, precedida por un ataque de hambre desmedida. La comida se convierte en agua y harina. Ya no habrá más placer en saborear una comida. Se hacen, no obstante, esfuerzos para dar textura a los platos en las cocinas de los restaurantes y cuando falte el oido se hará hincapié en los colores llamativos.
Muy apropiado, por cierto, que uno de los protagonistas trabaje en la cocina de un restaurante porque la perdida de algunos sentidos la llegamos a experimentar muy de cerca. La ira precede a la perdida de la audición. Y de repente la película pierde su sonido y quedamos en silencio, para hacernos sentir lo mismo que sienten los protagonistas. A pesar de la crisis, del caos que se produce en la sociedad parece que la gente se va adaptando a la perdida de los sentidos, sobre todo a los primeros, tal vez los menos importantes. La pérdida de los sentidos culmina con el más importante, el de la vista, y para hacernos sentir su pérdida en la película asistimos a un fundido final en negro, con esa voz en off, que nos ha estado acompañando, con mesura, casi desde el inicio, explicándonos lo que sucede y lo que la gente hace tras la pérdida, un recurso, el de la voz en off que lejos de molestarme le da una apariencia un tanto literaria al relato fílmico. ¿Qué queda cuando perdemos todos nuestros sentidos?. (Me acorde en ese momento de la película "Johnny cogió su fusil" y también de la película de 2008 "A ciegas" basada en la novela "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago), ¿Qué queda?: el amor, la capacidad de seguir adelante, de abrazarnos en silencio y sentir el cuerpo vivo y cálido del otro, las lágrimas cayendo por las mejillas, un amor que sobrevive, contra todo pronóstico, en la mayor de las oscuridades y desesperanzas.
Perfectamente narrada, (con una narración pausada), y dirigida, con un tratamiento realista, si bien con un simbolismo subyacente más que evidente. Lo que menos importa es la razón científica de la epidemia. Nos adentramos más en otro tipo de historia mucho más reflexiva y profunda, apartada de clichés. La película trata de sentidos, sensaciones y sentimientos. ¿Qué es sentir?. ¿Cuál es el sentido perfecto al que alude al título?. La película se sostiene, sobre todo, por sus interpretes y especialmente por una maravillosa, como siempre, Eva Green (todavía no he visto una película mala suya), que es capaz de llenar la pantalla con un simple gesto o una mirada. La película está llena de buenos momentos, algunos casi líricos o extrañamente poéticos: como olvidar a nuestra Susan tirando piedras sobre el agua o dejándose seguir a sabiendas por su amado Michael.
Por cierto, una pareja un tanto antitética que se conoce casualmente: ella vive en un piso que da a la trasera del restaurante donde trabaja él. Es una científica que no ha tenido suerte en el amor: como ella dice, le han tocado todos los gilipollas del mundo, el es un pequeño "donjuan" que, paradojicamente, no resiste dormir con la persona con la que acaba de hacer el amor. Imposible de olvidar esa primera conversación en la que ella le llama "marinero", como hacía su padre con todas las personas a las que conocía. La perdida del olfato le pillará a ella degustando un plato de pescado preparado por Michael que le recordará, en un ataque de melancolía, a su padre fallecido. Susan y Michael acabaran la noche fuertemente abrazados en la cama, como si quisieran conjurar el miedo y la soledad ante lo que está por venir. La necesidad de uno por el otro se va a acrecentando con la perdida de los sentidos. La película está ambientada en Glasgow, retratado en una preciosa fotografía, y acompañada por una magnífica banda sonora realizada por Max Ritcher. Película altamente recomendable.
La película me impactó, me conmovió y he de de reconocer que es de esas películas que, tras su visionado, me hizo pensar sobre la fragilidad de la vida, lo afortunados que somos, lo poco que a veces valoramos nuestra existencia y nuestros sentidos y esos mil y un momentos a los que a menudo no damos demasiado importancia y que solo cuando, como vemos en esta película, podemos sentir su perdida, podemos comprobar que importantes son: esa caricia maternal o de amante, ese olor y/o ese sabor que nos recuerdan los momentos felices de nuestra infancia, ese paisaje a menudo cotidiano y cercano, redescubierto un día de otoño, con su infinita paleta de colores.
En la cinta se nos cuenta como, de repente, y por causas que se desconocen, la gente empieza a perder el sentido del olfato. Hasta le ponen un nombre a la enfermedad: Síndrome Olfativo Severo. La enfermedad va precedida de un síntoma psicológico diferente: la perdida del olfato está precedida de un súbito ataque de tristeza, depresión o melancolía, por un amor perdido y olvidado, cuyo recuerdo surge de repente, o por la ausencia de un ser querido, cuya falta creías superada y cuya ausencia sientes, de repente, con toda la fuerza. Tras dicho ataque el sentido del olfato desaparece. Sin embargo la gente es capaz de adaptarse a su ausencia. Las comidas se hacen más condimentadas para suplir su carencia. Pronto llegará la perdida del gusto, precedida por un ataque de hambre desmedida. La comida se convierte en agua y harina. Ya no habrá más placer en saborear una comida. Se hacen, no obstante, esfuerzos para dar textura a los platos en las cocinas de los restaurantes y cuando falte el oido se hará hincapié en los colores llamativos.
Muy apropiado, por cierto, que uno de los protagonistas trabaje en la cocina de un restaurante porque la perdida de algunos sentidos la llegamos a experimentar muy de cerca. La ira precede a la perdida de la audición. Y de repente la película pierde su sonido y quedamos en silencio, para hacernos sentir lo mismo que sienten los protagonistas. A pesar de la crisis, del caos que se produce en la sociedad parece que la gente se va adaptando a la perdida de los sentidos, sobre todo a los primeros, tal vez los menos importantes. La pérdida de los sentidos culmina con el más importante, el de la vista, y para hacernos sentir su pérdida en la película asistimos a un fundido final en negro, con esa voz en off, que nos ha estado acompañando, con mesura, casi desde el inicio, explicándonos lo que sucede y lo que la gente hace tras la pérdida, un recurso, el de la voz en off que lejos de molestarme le da una apariencia un tanto literaria al relato fílmico. ¿Qué queda cuando perdemos todos nuestros sentidos?. (Me acorde en ese momento de la película "Johnny cogió su fusil" y también de la película de 2008 "A ciegas" basada en la novela "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago), ¿Qué queda?: el amor, la capacidad de seguir adelante, de abrazarnos en silencio y sentir el cuerpo vivo y cálido del otro, las lágrimas cayendo por las mejillas, un amor que sobrevive, contra todo pronóstico, en la mayor de las oscuridades y desesperanzas.
Perfectamente narrada, (con una narración pausada), y dirigida, con un tratamiento realista, si bien con un simbolismo subyacente más que evidente. Lo que menos importa es la razón científica de la epidemia. Nos adentramos más en otro tipo de historia mucho más reflexiva y profunda, apartada de clichés. La película trata de sentidos, sensaciones y sentimientos. ¿Qué es sentir?. ¿Cuál es el sentido perfecto al que alude al título?. La película se sostiene, sobre todo, por sus interpretes y especialmente por una maravillosa, como siempre, Eva Green (todavía no he visto una película mala suya), que es capaz de llenar la pantalla con un simple gesto o una mirada. La película está llena de buenos momentos, algunos casi líricos o extrañamente poéticos: como olvidar a nuestra Susan tirando piedras sobre el agua o dejándose seguir a sabiendas por su amado Michael.
Por cierto, una pareja un tanto antitética que se conoce casualmente: ella vive en un piso que da a la trasera del restaurante donde trabaja él. Es una científica que no ha tenido suerte en el amor: como ella dice, le han tocado todos los gilipollas del mundo, el es un pequeño "donjuan" que, paradojicamente, no resiste dormir con la persona con la que acaba de hacer el amor. Imposible de olvidar esa primera conversación en la que ella le llama "marinero", como hacía su padre con todas las personas a las que conocía. La perdida del olfato le pillará a ella degustando un plato de pescado preparado por Michael que le recordará, en un ataque de melancolía, a su padre fallecido. Susan y Michael acabaran la noche fuertemente abrazados en la cama, como si quisieran conjurar el miedo y la soledad ante lo que está por venir. La necesidad de uno por el otro se va a acrecentando con la perdida de los sentidos. La película está ambientada en Glasgow, retratado en una preciosa fotografía, y acompañada por una magnífica banda sonora realizada por Max Ritcher. Película altamente recomendable.
Amé esa película. También sigo a Eva Green. Hoy 29 de Agosto 2021
ResponderEliminarMe animé a verla de nuevo.
Ya no me parece tan apocalíptica. Para los que hemos pasado la pandemia solos , con teletrabajo y sin pareja. No ha sido tan fácil