Una expedición internacional descubre en la Antartida, bajo 1.000 metros de hielo un extraño objeto. En el interior duerme una pareja: son los únicos supervivientes de un mundo desaparecido hace 900.000 años, en una guerra entre Gondawa y Enixorai. Sus nombres, Coban y Elea. En la novela se funden dos historias: la historia de ese mundo perdido y de un amor apasionado entre Elea y Paikan y el despliegue internacional por despertar a Coban y hacerse con los secretos, avances y armas de las antiguas civilizaciones.
Una obra muy bien escrita, una historia bien trenzada y narrada en las que se ponen de manifiesto las miserias de nuestro civilizado mundo y la sensibilidad, soledad y horror de un ser desplazado de su mundo. El final es irónicamente trágico. Queda un regusto amargo y su mensaje queda muy claro: milenios más tarde, parece que los humanos vuelven a repetir los errores, los mismos errores y sentimos una pena infinita por la suerte de los dos amantes, de Elea, en particular y por la tristeza de Simón, el único contemporáneo digno y "humano" o al menos de se considerado como tal.
La novela recupera, en cierto sentido, el mito de la Atlantida, y se combina con una trágica e intemporal historia de amor. La obra escrita en 1968 puede pecar de poco científica en sus planteamiento, y rezuma cierta ingenuidad en su trama, pero es una "rara avis" digna de leerse, sino como obra de ciencia ficción, -tal vez no haya envejecido demasiado bien en ese sentido-, si como fábula de la condición humana, de la humanidad y de su tozudo empeño en tropezar siempre en la misma piedra. Como en la antigüedad mítica que describe la novela, -con el expansionismo y la ambición desmedida de Enixorai frente a la sociedad utópica, cuasi perfecta, donde no existía la pobreza, de Gondawa que condujo al inevitable enfrentamiento-; como hace unas décadas, en el tiempo en que se escribió la novela, con la guerra fría; o como ahora. Barjavel apuesta por reivindicar algunos valores universales hoy no demasiado en boga como la fraternidad humana y el amor. Y es que corremos el riesgo de seguir repitiendo la misma historia.
La novela recupera, en cierto sentido, el mito de la Atlantida, y se combina con una trágica e intemporal historia de amor. La obra escrita en 1968 puede pecar de poco científica en sus planteamiento, y rezuma cierta ingenuidad en su trama, pero es una "rara avis" digna de leerse, sino como obra de ciencia ficción, -tal vez no haya envejecido demasiado bien en ese sentido-, si como fábula de la condición humana, de la humanidad y de su tozudo empeño en tropezar siempre en la misma piedra. Como en la antigüedad mítica que describe la novela, -con el expansionismo y la ambición desmedida de Enixorai frente a la sociedad utópica, cuasi perfecta, donde no existía la pobreza, de Gondawa que condujo al inevitable enfrentamiento-; como hace unas décadas, en el tiempo en que se escribió la novela, con la guerra fría; o como ahora. Barjavel apuesta por reivindicar algunos valores universales hoy no demasiado en boga como la fraternidad humana y el amor. Y es que corremos el riesgo de seguir repitiendo la misma historia.
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