Hace un par de semanas que terminé de ver, en plan maratón, esta serie de Netflix que venía precedida de una gran expectación, probablemente por tener en la producción, -dirige también algunos episodios-, a un profesional tan solvente como David Fincher o a una estrella del nivel de Charlize Tzeron. Pero no fue la presencia de estos nombres en el equipo de producción el motivo por el que me animé a visionar esta serie, por otra parte tan alejada de mis preferencias de género. Fue la presencia de Ann Torv, mi añorada Olivia Dunham de la serie Fringe, la que me decidió a introducirme en este drama con tintes de thriller policiaco nada fácil o cómodo de ver. La serie está basada en la historia real del agente del FBI John Douglas que escribió, junto a Mark Olshaker, basándose en sus experiencias, el libro "Mindhunter: Inside FBI´s Elite Serial Crime Unit". El agente Douglas entrevistó, junto a Robert Ressler, a finales de los años 70 a más de una treintena de asesinos en serie, entrevistas que sirvieron para desarrollar perfiles psicológicos de los criminales, con el fin de conocer como funcionaban sus perturbadas psiques y poder adelantarse, de este modo, en la captura de otros criminales similares, cuya carrera criminal estaba en curso.








Junto a estos dos personajes muy bien interpretados por Groff y McCallany, encontramos el personaje de Wendy Carr una brillante psicóloga, intelectualmente muy superior a sus compañeros masculinos, de los que es jefa, pero que oculta su identidad sexual, -es lesbiana- y padece una terrible soledad, -inolvidables las imagenes de Ann Torv bajando al sótano de los apartamentos donde vive, a alimentar a un huidizo gatito-. En esta serie los personajes más fuertes están interpretados por mujeres. Uno de ellos es la doctora Carr y el otro es la novia del agente Ford, Debbie Mitford, muy bien interpretado por Hannah Gross, que en el plano personal o de pareja se "merienda" literalmente a su partenaire masculino. Ella es mucho más progresista y avanzada que Ford, hasta el punto de generar en el agente dudas sobre muchas cosas, incluso sobre sus capacidades sexuales.



La serie es dura de contemplar, no tanto por lo que se ve, -afortunadamente pasa visualmente de puntillas sobre los aspectos macabros-, sino por lo que escuchamos, la incomprensible justificación de unos crímenes horrendos por parte de unas personas, -por llamarlos de alguna manera-, carentes de la más mínima empatía por sus semejantes, que sienten placer al torturar o asesinar a alguien, casi siempre mujeres, que se sienten con el poder de quitar la vida y que, en ocasiones, en su enfebrecida prepotencia se permiten jugar al juego del gato y el ratón con la policía.


En otro orden de cosas, resulta destacable la banda sonora de la serie, desde la inolvidable intro pasando por todas las piezas musicales setenteras que se escuchan a lo largo de los diferentes capítulos. Sobran, eso sí, en pantalla, esos horrendos títulos de las diferentes localizaciones por las que se pasean los protagonistas. La serie que en su primera temporada tiene 10 episodios, de entre 34 y 60 minutos, se ha convertido en una de las series con mejores críticas del año y fue renovada para una segunda temporada, antes de su estreno el día 13 de octubre.