sábado, 28 de mayo de 2016

"Kate y Leopold", agradable fabula romántica sobre una pareja perteneciente a tiempos diferentes


Título: Kate y Leopold. País: USA. Año: 2001. Duración: 121 min. Director: James Mangold. Interpretes: Meg Ryan (Kate McKay), Hugh Jackman (Leopold Alexis Elijah Walker Gareth Thomas Mountbatten), Liev Schreiber (Stuart Besser), Breckin Meyer (Charlie McKay), Natasha Lyonne (Darci).Guión: James Mangold y Steven Rogers; basado en una historia de Steven Rogers. Producción: Cathy Konrad. Música: Rolfe Kent. Fotografía: Stuart Dryburgh. Montaje: David Brenner. Diseño de producción: Mark Friedberg. Dirección artística: Jess Gonchor. Vestuario: Donna Zakowska. Decorados: Stephanie Carroll.

Revisitando viejas cintas me encuentro con esta comedia romántica que he visto en la televisión un par de veces en la que se mezcla romance y fantasía al estilo de las viejas películas clásicas de los años 40 y 50.  Es una película ligera que se deja ver,  entre otras cosas, por el juego que da el hecho de que los protagonistas pertenezcan a mundos, tiempos y culturas muy  diferentes: Kate McKay, interpretada por Meg Ryan es una ejecutiva de éxito de una empresa publicitaria de principios del siglo XXI y Leopold, interpretado por Hugh Jackman (el Lobezno de "Xmen"), es el tercer duque de Albany  caballero soltero de finales del siglo XIX. Kate viene de una fallida relación sentimental anterior. Leopold lleva camino de convertirse en un soltero de oro y está siendo urgido a poner fin a su preciada soltería por su aristocrática familia. 

Todo comienza con el exnovio de Kate viajando al siglo XIX a través de un portal temporal cerca del Puente de Brooklyn donde conoce a Leopold, a la sazón antepasado suyo. Leopold sigue al desconocido viajero temporal que no deja de hacer fotografías con un extraño artilugio, una moderna máquina fotográfica, y ambos acaban en el portal temporal que les conducirá de regreso al siglo XXI. Allí Leopold conoce a Kate de la que se enamora. Y es que a veces personalidades tan opuestas como las de Kate, una mujer moderna y Leopold, un caballero victoriano se cruzan, chocan y se atraen. Aquí, contrariamente a lo que son los roles tradicionales en muchas historias ella es la   descreída y desencantada, la que esta de vuelta...del amor  y el es el romántico. Al final el exnovio, Stuart convence a Leopold para que regrese a su tiempo porque entre otras cosas si no sucediera así el no estaría en este mundo. Y Kate deja una exitosa carrera para dar el salto, dejar su tiempo y trasladarse por amor al siglo XIX. A veces lo que piensa el cerebro no se corresponde con lo que siente el corazón. Y esto es lo que le sucede a Kate cuando contrariamente a lo que cabría esperar de ella en esa situación: estaba a punto de hacerse con las riendas de la agencia en Nueva York, tira todo por la borda y es capaz de seguir el dictado de su corazón en un arriesgado salto temporal. Leopold que siguiendo los dictados de una sociedad encorsetada va a elegir esposa sin amor es atraído por una mujer muy alejada del tipo de mujer que ha conocido en su época, una mujer libre y liberada, lo suficiente como para ser autentica, mucho más que las mujeres de su tiempo. Y a Kate le sucede otro tanto, desencantada por personajes masculinos inmaduros, incapaces de comprometerse de verdad, encuentra en Leopold al arquetipo del caballero romántico, atento y considerado, pero no como una pose sino como parte autentica de su personalidad.   Y es que, en este caso, el amor no conoce de barreras, ni siquiera temporales.

Buenos diálogos e interpretación de la pareja protagonista que hace creíble el romance. De Meg Ryan ya conocíamos su capacidad para la comedia y en esta película nos creemos su evolución de cínica a romántica. Hugh Jackman al que tal vez identificamos más con otros papeles o registros da el pego como caballero del siglo XIX. La reconstrucción del Nueva York del siglo XIX está lo suficientemente bien hecha como para creernos el salto temporal. Los escenarios del siglo XXI nos recuerdan al de muchas películas americanas: con esos patios de vecindad y esas ventanas llenos de escaleras junto a ellas. Simpática la referencia al duque de Albany como inventor del ascensor, en una época, finales del XIX, pródiga en inventos y cambios tecnológicos,  así como los problemas que comienzan a sufrir los ascensores a medida que se tuerce, se fuerza el destino temporal. 

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