lunes, 25 de julio de 2016

"Dioses de Egipto", una desmesura visual para disfrutar sin complejos

Título: Dioses de Egipto. Título original: Gods of Egypt. Director:Alex Proyas. País: USA. Año: 2016. Duración: 126 min. Género:Aventuras, fantástico,  Interpretes: Gerard Butler (Set), Nikolaj Coster-Waldau (Horus), Brenton Thwaites, Rufus Sewell, Geoffrey Rush, Chadwick Boseman, Elodie Yung. Música: Marco Beltrami. Estreno en España: 22 Junio 2016.

Espectacular película de acción y aventuras inspirada en la mitología clásica de Egipto que se deja ver, aunque, desde luego no sea una película que vaya a pasar a la historia del cine, ni muchísimo menos, ni por su trama, ni por sus interpretaciones. El engranaje chirría desde el primer momento por su desmesura. Pero es precisamente su desmesura visual hasta la hipérbole su principal baza y atractivo. Todo ello podría tener total justificación y hasta podía convertirse en un monumento al kitch más desaforado si no hubiese costado la friolera de 140 millones de dolares, lo cual se supone demandaría un mayor grado de exigencia a nivel técnico y artístico. A pesar de contar con semejante derroche de medios la historia es mínima: asistimos a la batalla entre el malvado dios Seth (Gerard Butler) y su sobrino, el dios Horus (Nikolaj Coster-Waldau) tras la muerte de su padre, Osiris, a mano de aquel. Seth arrebata, además la vista a Horus y le expulsa al exilio. Horus luchará por recobrar el trono y la vista con la ayuda de un mortal Bek, a quien ha prometido resucitar a su amada, si le ayuda. En esta disputa familiar también intervendrá el Dios Ra, padre de Seth y Osiris,  que se enfrentará, sobre una especie de velero solar a una especie de deidad amorfa que lo destruye todo a su paso: el temible Apofis.

La cinta cuenta con unos destacados efectos especiales. Por la película desfilan grandes ejércitos y masas de población generadas por ordenador, como casi todo lo que vemos en la película y multitud de monstruos imposibles, de todas formas y tamaños: cobras gigantes que escupen fuego, una improbable representación de la esfinge, o carros movidos por escabarajos gigantes alados, etc. Llama la atención como pintan a los dioses, con una envergadura tres veces superior al de un humano. Por supuesto y tal y como parecen en los grabados antiguos, los dioses tienen oro, en vez de sangre en sus venas y se metamorfosean en sus oscuras representaciones aladas.

La única manera de disfrutar de esta película es desconectar el juicio crítico, cualquier análisis serio y dejarse llevar por esta auténtica montaña rusa donde se mezclan tantas y diversas influencias, pasadas y contemporáneas,  alguno se ha referido en sus comparaciones  a otro monumento al kitch como era el Flash Gordon  de 1980. Y en efecto la película es tan loca y tan desmesurada en sus planteamientos como aquella, que quien dice que no se convierta, como aquella en un pequeño clásico, una rara avis, en el futuro. La cinta cumple:  contiene las suficientes dosis de aventura, acción y hasta de humor como para hacerle visible y entretenida. El ritmo no baja en casi ningún momento. Las interpretaciones probablemente sea lo más flojo, son bastante justitas. De todos modos sorprende que detrás de esta rareza cinematográfica sin complejos esté un director, como el egipcio Alex Proyas,  que nos regaló, en sus inicios,  algunas obras maestras de culto oscuras y originales como Dark City o El cuervo.


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