domingo, 10 de diciembre de 2017

La noche de los tiempos. Rene Barjavel

Una expedición internacional descubre en la Antartida, bajo 1.000 metros de hielo un extraño objeto. En el interior duerme una pareja: son los únicos supervivientes de un mundo desaparecido hace 900.000 años, en una guerra entre Gondawa y Enixorai. Sus nombres, Coban y Elea. En la novela se funden dos historias: la historia de ese mundo perdido y de un amor apasionado entre Elea y Paikan y el despliegue internacional por despertar a Coban y hacerse con los secretos, avances y armas de las antiguas civilizaciones.

Una obra muy bien escrita, una historia bien trenzada y narrada en las que se ponen de manifiesto las miserias de nuestro civilizado mundo y la sensibilidad, soledad y horror de un ser desplazado de su mundo. El final es irónicamente trágico. Queda un regusto amargo y su mensaje queda muy claro: milenios más tarde, parece que los humanos vuelven a repetir los errores, los mismos errores y sentimos una pena infinita por la suerte de los dos amantes, de Elea, en particular y por la tristeza de Simón, el único contemporáneo digno y "humano" o al menos de se considerado como tal.

La novela recupera, en cierto sentido,  el mito de la Atlantida, y se combina con  una trágica e intemporal  historia de amor. La obra escrita en 1968 puede pecar de poco científica en sus planteamiento, y rezuma cierta ingenuidad en su trama, pero es una "rara avis" digna de leerse, sino como obra de ciencia ficción,  -tal vez no haya envejecido demasiado bien en ese sentido-, si como fábula de la condición humana, de la humanidad y de su tozudo empeño en tropezar siempre en la misma piedra. Como en la antigüedad mítica que describe la novela, -con el expansionismo y la ambición desmedida de Enixorai frente a la sociedad utópica, cuasi perfecta,  donde no existía la pobreza, de Gondawa que condujo al inevitable enfrentamiento-; como hace unas décadas, en el tiempo en que se escribió la novela,  con la guerra fría; o como ahora. Barjavel apuesta por reivindicar algunos valores universales hoy no demasiado en boga  como la fraternidad humana y el amor. Y es que corremos el riesgo de seguir repitiendo la misma historia.

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