domingo, 2 de julio de 2017

"Jennie": Hoy es el mañana de otro tiempo




PORTRAIT OF JENNIE  (1948). Basada en el libro de Robert Nathan. Produce:  David 0´ Selcznick. Director:  William Dieterle. Interpretes: Jennifer Jones, Joseph Cotten, Ethel Barrymore. Música: inspirada en temas de Claude Debussy y escrita y diriga por Dimitri Tiomkin. Fotografia: Joseph H. August.

Hace más de 20 años que ví por primera vez esta película y me produjo una profunda impresión. La he visto luego un par de veces, la última,  hace unas pocas semanas y me sigue pareciendo una obra maestra absolutamente imperecedera. Eso sí,  constituye una rara avis en el cine clásico de Hollywood, tan poco dado a este tipo de ensoñaciones onírico-románticas, más alla del tiempo.

La película cuenta la historia de un  pintor, Eben Adams (Joseph Cotten), en plena crisis creativa que conoce un día de invierno  en un parque a una muchacha, Jennie Appleton  (Jennifer Jones) que parece proceder de un tiempo pasado.  La joven Jennie le pide a Eben que le espere y le dice que se dará prisa por crecer para poder estar con él. También le pide que le pinte un retrato. En efecto, con cada nuevo encuentro la niña se irá convirtiendo en joven y luego en mujer. Eben pintará su retrato y prometen no separarse nunca pero el destino de Jennie será otro y en una aciaga tempestad, su barca zozobrará y desaparece.

Esta sipnosis del argumento no hace justicia a una película que merece estar entre esas 8 o 10 grandes películas  que ha dado el cine a lo largo de todos los tiempos;  Una pequeña joya que analizo, con detalle, a continuación.

La película comienza con una voz en off (en castellano, con la voz grave, profunda e inconfundible de Teofilo Martínez) que hace una presentación de la historia de Jennie,  y dice:  "Desde el principio de los tiempos el hombre ha sido consciente de su pequeñez,  de su  insignificancia ante el tiempo y el espacio, el infinito y la eternidad y se ha estremecido ante el misterio de lo que el hombre llama vida  y de lo que llama muerte porque quien sabe si morir no será vivir y los que los mortales llaman vida será en realidad la muerte... Nada muere,  todo cambia solamente". Y se pregunta, ¿Qué es el pasado?, ¿Qué es el futuro?. Se pregunta, también,  si será  cierta la historia que nos van a narrar y anima a verla  con los ojos del corazón.

Vemos al pintor paseando por  un Nueva York nevado ( invierno de 1934), magistralmente fotografiado por Joseph H. August, que utiliza sabiamente, y a lo largo de toda la película,  los contrastes de luces y de sombras, las luces difusas, las iluminaciones a contraluz, incluso en algunos fotogramas y, por momentos,  utiliza todo tipo de técnicas pictóricas,  fusionando armónicamente la magia del cine y de la pintura. Este magistral manejo de la fotografia destaca más si cabe ese halo de irrealidad que rodea a nuestra protagonista. Lo mismo sucede con la música.  Los acordes de "Preludio a la siesta de un fauno" de Claude Debussy acompañan las apariciones  de Jennie. Jennie hace alusión en una de sus apariciones en el parque  a la música de las estrellas, mientras vemos el titilar de estas sobre un parque fantasmagorico. Todo un poema visual.

Además de la protagonista femenina de nuestra historia, interpretado con corrección por JenniferJones y del papel de Eben bien  interpretado por un sobrio y contenido Joseph Cotten,  cabe destacar el papel secundario de la galerista Mrs. Spinney (una excelente Ethel Barrymore), una mujer que ha visto pasar su vida sin haber sentido el amor y que siente por el joven pintor un secreto sentimiento amoroso y de protección.

Nuestro pintor es un artista frustrado. Pinta cuadros técnicamente perfectos pero que carecen de vida, de la pasión que surge de la inspiración o la genialidad. Será cuando conozca a Jennie, en un Central Park nevado, cuando nazca en él la inspiración del  verdadero artista que siente y que crea desde el corazón. Es la búsqueda de la belleza y del amor que transciende las barreras del tiempo.

En su primer encuentro encuentra a una Jennie muy joven que canta una extraña y evocadora canción: "De donde vengo nadie lo sabe y  adonde voy, todo va. El viento sopla, el mar se agita, nadie lo sabe..." una de las más sugerentes canciones que ha dado el cine y que fue compuesta por el compositor Bernard Hermann, uno de los músicos preferidos de Alfred Hitchcock. "Deseo que espere a que crezca para que estemos siempre juntos",  le dice Jennie a nuestro pintor. Y le habla de cosas que parece que sucedieron en la ciudad años atras.  Como si el tiempo pasado de la niña y el presente del pintor se cruzasen  en ese portal mágico, donde confluyen el espacio y el tiempo,  y que por  momentos quisieramos descubrir bajo las torres de dos rascacielos iluminados por un sol de invierno y nieve.

En ese primer encuentro la niña olvida en un banco del parque,  envuelto en un periódico de 1910 una bufanda de mujer. Y en su estudio Eben pergeña un dibujo de la niña al carboncillo. Eben vuelve a ver a la niña que es ya una adolescente en el parque. "Me doy prisa en crecer" le dice. El la devuelve la bufanda aunque ella parece que no la reconoce.

Eben desea poder volver a verla pero no hay ningún sitio donde poder buscarla, como si de una presencia fantasmagórica se tratase que vagase   por los intersticios del tiempo, entre el pasado y el presente, ora viviendo su vida junto  a sus padres en el pasado, ora apareciéndose al pintor en el parque, en el presente. Eben no duda de que Jennie no es producto de su imaginación, los demás sí,  e investiga. Los padres de ella, unos afamados equilibristas,  murieron en el alambre en 1910. Esa misma noche el pintor vuelve a encontrar a una Jennie que llora por la muerte de sus padres, como si los hechos acabaran de suceder, aunque ella dice que llora sobre todo por haberse quedado sola, terriblemente sola.

"Hablas de cosas que pasaron hace tiempo", le dice Eben  a Jennie. Y ella es consciente, en cierto sentido,  de ese viaje suyo que transciende las barreras del tiempo. Ella cree que tiene que encontrar algo. No lo sabe. Tal vez el amor. Jennie es una  criatura triste y sola que, como veremos más tarde,  en su pasado-pasado nunca  llegó a amar y a ser amada.

El siguiente encuentro con Jennie se produce en su estudio. Alli vemos a una joven, ya casi una mujer, que tras la muerte de sus padres es recogida por una tía que la ingresa en un colegio religioso,   un convento. "Quería venir antes pero no pude.." dice Jennie. "...Me doy prisa, voy deprisa, voy muy deprisa.... " como si quisiese acelerar los años de su vida para ser mayor y poder  encontrarse  o reencontrarse con su amado de otra era, de otro tiempo.  Pero el destino... parece depararles...un trágico final. Eben había  dibujado un cuadro en el que aparecía el Faro del Fin del Mundo, un extraño paraje costero que a él particularmente le gustaba...pero que a ella su sola visión, cuando lo decubre plasmado en un  lienzo, en el estudio,    le da miedo, le produce una gran  desazón e inquietud. Como si de un presentimiento se tratase. Ella dice que no sabe si ha estado alli pero la visión de ese cuadro le produce una enorme y profunda tristeza. Se siente triste por cosas que no han sucedido, o tal vez por las cosas que van a suceder. Prometeme que no me olvidarás, le pide Jennie a Eben. Y cuando hablan de volverse  a ver... mañana, Eben pregunta "¿Cuando es mañana?", ella contesta con una frase que resume la magia de esta película:  ¡Qué importa. Hoy es el mañana de otro tiempo!.

El artista se desplaza al convento donde estudia Jennie para ver la ceremonia de toma del velo de alguna de sus compañeras. Temía que no estuviese allí, piensa. Ella le dice que se alegra que le siga esperando. Y asistimos a la escena más larga que comparten los protagonistas, pues después de acompañarla en su visita  al convento, aparecen juntos y enamorados, de noche,  junto a la orilla de un rio, bajo la luz de la luna que se refleja en sus aguas. Por fin Eben ha encontrado lo que estaba buscando, como artista y como hombre. Como artista ha encontrado ese algo eterno que hay en una mujer, que no es del presente ni del pasado, que no tiene edad ni tiempo. en relación, no cabe duda,  con  la busqueda de la belleza y la perfección que anima el genio del artista.  Como hombre busca el amor, igual que  ella, y  teme, al igual que  ella, que pese a que estan destinados uno al otro, pese a que su amor es infinito y trasciende el tiempo,  pueda haber una distancia entre ellos mucho más cruel que el del ayer o el del mañana: la muerte, la no existencia.  Y  les  asusta que no haya modo de salvar esa distancia.

La ciudad duerme y ellos pasean por las calles solitarias, abolutamente vacias, como si formasen parte de un sueño, un sueño compartido. Empieza  a amanecer. La vida empieza de nuevo. Ella había terminado sus estudios en el convento y tenía que irse con su tía a pasar el verano, dos meses, solamente dos meses y cuando terminase el verano estarían juntos para siempre. Esta larga escena de los protagonistas termina, nuevamente, como otras veces en el estudio de Eben. La luz ilumina sus rostros como si saliese del mismo cuadro. "Pinta todas las cosas bonitas que hay en el mundo" le dice Jennie a Eben. El viento sopla, el mar se agita... En clara referencia al  cuadro del faro del Fin del mundo.  Jennie ve la bufanda y se pone triste. Y cuando apenas Eben se da la vuelta buscando algo en el estudio ella, como tantas otras veces,  se desvanece.



 Llegó el otoño, pero Jennie no volvía. Eben va al convento y pregunta a una de las monjas por la muchacha. Jennie murió el 5 de octubre de 1920. Salió sola, como hacía en otras ocasiones,   a navegar en un balandro, muy cerca del Faro del Fin del Mundo y una enorme y sorpresiva  ola hizo zozobrar su barca. Nunca más se volvió a saber de ella. La religiosa le lee a Eben una de sus cartas. En ella, Jennie se lamenta de que no ha encontrado a nadie que la ame ni a quien amar. Eben le dice a la religiosa que él ha conocido a Jennie, que incluso estuvo con ella en el convento. La religiosa le escucha y parece creerle. "Los hilos de nuestras vidas están entrelazados y ni el mundo, ni el tiempo pueden separarnos", dice Eben a la monja. "Hoy es 1 de octubre. Tengo 4 días para poder volverla a ver".

En efecto Eben se desplaza al pueblo cercano al Faro del Fin del Mundo. No hay amenaza de  huracan. Había en ella algo que parecía venir de muy lejos,le comenta  a Eben un viejo pescador, el pescador que le alquiló el balandro a Jennie, 14 años atras. Eben navega en la barca y la calma da paso, de repente, a una terrible tormenta que le arroja a la playa junto al Faro, de cuya imponente escalera de caracol tenemos un magnico plano.

Llama a Jennie, una y otra vez. La tormenta se calma y Eben ve por fin el balandro de Jennie surcando las aguas. Corren y se abrazan. Tenemos toda la eternidad para estar juntos. El tiempo cometió un error. La vida no es plena hasta que no se ama ni se es amado. Después ya no existe la muerte, se dicen. Pero una gran ola les separa y Jennie, en una memorable escena pierde la mano de su amado y es arrastrada por la enorme ola hacia el mar. Poco tiempo después vuelve la calma y  se oye el canto de los pajaros.

Eben es rescatado y en una de las últimas escenas, postrado en una cama, junto a la Sra. Spinney cuenta su increible historia. Nadie le cree. Sólo le encontraron a él medio ahogado junto a la orilla. Sin embargo hay algo que nos vuelve   a conectar con la hermosa  historia que hemos conocido.  La bufanda (de Jennie) estaba allí, junto a su cuerpo, en el mismo lugar  donde le recogieron. Y por eso mismo, Eben sabe que lo que ha vivido no ha sido un sueño, ni una ilusión. El retrato de Jennie, en color, el único fotograma en color de la película, pone punto y final a esta inolvidable obra.

Comentarios del Autor:

Esta película clásica nos sorprende por su original planteamiento y su bella factura. Nos cuenta una bellísima historia de amor de dos seres que pertenecen a epocas diferentes y que superan las barreras del tiempo para encontrarse y amarse. Jennie no es un fantasma aunque su evanescente presencia y su rapido desvanecimiento pueda parecerlo. Jennie es una criatura real avida de amor que se proyecta hacia el futuro para encontrarse con su alma gemela, 14 años después de su muerte. Hay una Jennie, que no conocimos, que tuvo su propia vida, llena de tristeza y soledad.  Y hay una que Jennie que vive al mismo tiempo en dos planos de existencia, la suya propia, entre 1910 y 1920 y la coexistencia, en  fugaces momentos, con su amado, del invierno de 1934 y los dos suceden para Jennie de forma paralela.  La historia que vemos en la película es en cierto sentido una reescritura de su propia vida. Una segunda oportunidad para alcanzar aquello que siempre anheló: amar y ser amada. Y sin embargo la  Jennie que se proyecta en 1934 es consciente, sin haberlo vivido,  o precisamente por haberlo vivido de su propio y fatal destino, ese destino que se volverá  a repetir en octubre  de 1934.

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